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Dos países

Sin duda que México es un país plural y lleno de contrastes en todos los sentidos. El norte, el centro y el sur reflejan realidades notablemente diferentes que obligan al analista a considerar la especificidad de cada región. Durante las últimas décadas, el centro y el norte han corrido en paralelo para transformarse en economías más avanzadas y vinculadas al sector exportador, mientras el sur sigue atado a modelos del pasado que únicamente reproducen atraso, miseria y caciquismo político.
En el primer México hemos visto crecer significativamente a una clase media pujante y dispuesta a correr los riesgos de una economía abierta y competitiva. Mientras en el segundo país, el del sur, el patrimonialismo y las tradiciones autoritarias que reproducen pobreza y sumisión se niegan a desaparecer como parte de un proceso que pretendió convertir al país en una sola unidad capaz de mantener sus diferencias culturales, pero simultáneamente superar las condiciones de sumisión y explotación ancestral.
La aparición del crimen organizado en toda la nación dificultó el camino en ambas regiones al presentarse como una fuerza con el poder suficiente para imponer la violencia y la extorsión como forma de vida cotidiana. En el centro-norte avanzado, este escenario de inseguridad influyó notablemente para disminuir su crecimiento, y en el sur del atraso reforzó los mecanismos de explotación y subordinación al grado de convertirlo en un territorio sin ley.
Además, la puesta en marcha de una reforma judicial, que destruyó en unos cuantos meses un débil pero funcional sistema de procuración de justicia, para controlar desde el Ejecutivo al último poder autónomo del Estado mexicano, permite a los grupos delincuenciales imponer su propia ley en aquellas zonas donde consiguieron colocar a sus jueces y magistrados.
Esta es la gran contradicción de la reforma al sistema jurídico en México. Por un lado, se pretende construir un Poder Judicial dependiente del Ejecutivo, y por otro se pierde la capacidad de controlar los espacios legales ocupados por el narco durante el proceso electoral del domingo pasado. Es la centralización de un poder inexistente en grandes zonas del país donde el Estado como entidad legítima ha desaparecido.
Con una economía prácticamente atorada desde el sexenio pasado con AMLO, ni el norte moderno ni el sur arcaico tienen la posibilidad de superar sus deficiencias en un espacio donde la ley no se practica y las instituciones dejaron de funcionar hace tiempo.
Se avecinan tiempos de incertidumbre y de caos en un México que optó por el regreso al presidencialismo absoluto sin tener siquiera los instrumentos mínimos para ello.